Un año después el hueco que presuntamente le hizo perder el control a kaleth en su camino a Valledupar, procedente de Cartagena, en la Troncal de Los Contendores, a la altura de Nueva Granada, Magdalena, sigue en el olvido estatal. Ahora es más grande y peligroso.

Álvaro, Dairo, José y Neider, cuatro escolares que cada tarde llegan para echarle unas palas de tierra y así ganarse unos pesos, se han apropiado del mantenimiento de este tramo ante la mirada de los conductores a quienes se les hace el colmo que “ni por el caso de kaleth, Invías, le haya metido el hombro al asunto”.

Por ese punto hace tránsito casi a diario la ambulancia del Hospital de Granada, llevando pacientes a Plato,  a ellos tampoco los han escuchado cuando se quejan del mal estado de la vía. Y que decir de  los muleros, que ya parecen acostumbrarse a la situación, de la misma forma en que lo están a las pesadas cargas que llevan en sus grandes vehículos. La patrulla de la Policía se ve en aprietos para pasar por el lugar que ahora lo han bautizado con el tristemente célebre nombre de “El Hueco de kaleth”.

A unos 200 metros, pegada a una Ceiba, o bonga, como la llaman en esas tierras, hay una placa que instalaron allí seguidores de kaleth. Más que una despedida se ha convertido en un mensaje que no deja morir el recuerdo del artista.

El accidente

Ninfor Rivero Ochoa, un seguidor de la música de Miguel Morales, en los tiempos en que andaba con Omar Geles, fue el primero en percatarse que los jóvenes ingresados al Hospital Local de  Nueva Granada, centro en el que él trabaja como almacenista, eran los hijos del cantante.

Cuando los vio sobre  las camillas, en la pequeña sala de urgencias, tuvo la corazonada “a esos pelaos, yo le he visto antes”. Así se la pasó en los casi 15 minutos que permanecieron bajo la observación médica, tiempo que para él se hizo una eternidad. “Aquí llegaron  a las 3:45 de la tarde, estaban descalzos, y Kaleth tenía una camiseta tipo esqueleto. Los trajo el conductor de un bus de la empresa Cootracosta que pasaba por el lugar del accidente”.

Esa versión la corrobora Nidian Escarpattis, una Auxiliar de Enfermería, que lleva 27 años trabajando en el hospital, y para quien el de Kaleth y Keinner, es uno de los casos más graves que haya visto. “Es que venían muy golpeados, especialmente Kaleth, porque él no reaccionaba, mientras que su hermano respondía al dolor”.

Nidian es una de las personas que atendieron a los jóvenes y que aún labora allí. La Doctora Liliana Salazar, quien estaba al frente del área de urgencias, viajó a los Estados Unidos, en septiembre de 2005, pocos días después del caso, para seguir preparándose a nivel profesional.

José Luis Figueroa, otro de los galenos de turno, está residenciado en Cartagena, donde adelanta una especialización. Según sus compañeros, fue el médico que viajó en la ambulancia para acompañar a Kaleth y Keinner, después que ordenaran su traslado al hospital de Plato, Magdalena, a 40 kilómetros de Granada. Fue el traslado número 20 en ese mes de agosto.

Ninfor Rivero, dijo que en la noche, cuando lo vio pasar de regreso de esa población, supo por que Kaleth no se salvaría, “el doctor Figueroa, venía muy triste y pensativo”.

De ahí en adelante todo fue esperar. En el pueblo habían tenido quizás a los mejores impulsores de la nueva ola del vallenato, pero no como ellos lo hubieran deseado. Después se enteraron de la muerte de Kaleth y como el resto del país, también se quedaron en el “limbo”.

 




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