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“Ella, como Kaleth desborda alegría, gracia y con su espontaneidad es capaz de derretir el más frío bloque de hielo”. Kaleth recibió más de lo que esperaba, pero no menos de lo que merecía, derramó el don Divino de su talento en su música, y no se olvidó de los seres más especiales en su corazón, a quienes hizo célebres dándole un lugar en el singular mundo de la nueva ola vallenata, y su hija no fue la excepción, a ella no sólo le puso un nombre tan original como él, Katrinalieth, también la popularizó en sus canciones para que ante sus seguidores fuera “ Y esta denominación no le queda nada grande, a sus 6 añitos, mientras para quienes lo quisieron, lo admiraron y no terminan de aceptar su partida, la pérdida de Kaleth significó un injusto traspiés de la vida, para ella Dios quiso que estuviera más feliz cantándole a El. Como una digna integrante de la dinastía Morales, también heredó el carisma para generar emoción entre las masas; su premio, el cariño del pueblo, una virtud que no tienen todos los artistas, por eso como su padre y sus tíos, muy temprano se apropia del legado invaluable que le ha regalado su abuelo Miguel Morales; esa es la explicación de que con la entereza de los grandes se haya sobrepuesto a la tristeza y ante el féretro de su padre, le cantó la canción “Vivo en el limbo”, sin inmutarse ante más de 22 mil personas que en la plaza Alfonso López daban el último adiós al cantante. Katrinalieth, nació un 5 de abril del año 2000, fruto del amor adolescente de dos jóvenes que apenas cumplían los 16 años, aun no terminaban el bachillerato cuando ya la llegada de un ser que les debía toda su atención los hizo madurar. Sin embargo, pese a su prematura responsabilidad, para Kaleth Morales e Ivonne Armenta, la niña se convirtió en el más importante motivo de inspiración para salir adelante. Fueron años muy difíciles, Kaleth, inició sus estudios de Medicina en Cartagena, a pesar de que los abuelos de la niña de parte y parte no permitieron que le faltara nada, él quería brindarle de todo, entonces, amenizaba bailes, cantaba serenatas y en muchas ocasiones se escapaba para Valledupar para ver a su hija y la dueña de sus amores, Ivonne, que poco a poco se fue convirtiendo en su amiga y confidente. Por eso, Katrinalieth siempre conoció lo mejor de su papá, “mi papá era muy chevere, viajaba mucho, pero me gustaba cuando llegaba porque siempre me traía regalos”. Aun recuerda la última vez que la vio, la llenó de besos, la cargó y le dio un sacapunta electrónico, el que por ser el último, considera como el regalo más preciado. De sus momentos felices al lado de su padre, dice que nunca olvidará el día que cantó con él en una tarima, “La gente aplaudía mucho, porque yo también soy cantante, y también se bailar”, asegura la pequeña. Pese a que nunca vivió con el cantante, fueron muchos los momentos que vivieron juntos, tenían en común, además de su impresionante parecido físico, una sonrisa permanente, ella, como Kaleth desborda alegría, gracia y con su espontaneidad es capaz de derretir el más frío bloque de hielo. Una noche, se despertó ante el insistente sonar de la música de su papá, abrió los ojos incrédula y se sorprendió cuando vio su figura en la ventana con el conjunto entero llevándole serenata, para ella, fue una noche diferente, “me puse muy contenta, me consintió en la cama, y durmió conmigo, cuando me llevaba para su casa, yo dormía con él y me tocaba pedir auxilio porque montaba la pierna encima, él siempre estaba jugando”, manifestó Katrinalieth. “Ahora sueño que habla conmigo y eso me gusta, porque es como cuando estaba vivo”. Pero muchas veces, la tristeza la hace llorar, como cuando llegó el día del Fashion Show en su colegio, cuando Kaleth le había prometido cantar con ella en su colegio, no le pudo cumplir, la fecha llegó 15 días después del fatal accidente, a la niña la acompañó Juanka Ricardo, pero cantó sola. La marca de Kaleth en el alma de sus fanaticos, está aún más arraigada en su hija, su cuarto está rodeado de su imagen, sus afiches, sus cds y albumes con sus fotos los recortes de todo lo que generó luego de su partida, llenan su espacio; un lugar que han tratado de suplir los suyos, como cuando en su grado de preescolar la representó el padre del cantante, Miguel Morales, pero su presencia crece cada día más en sus recuerdos cada vez que canta las canciones que en su honor ha memorizado. Ella era la niña de los ojos de Kaleth, un hombre que desbordaba sus sentimientos en una guitarra, en una canción, en la sonrisa alegre con que la arrollaba todo su entorno, nada comparable como cuando rodeaba con sus brazos a su pequeña, simplemente se convertía en lo que realmente era, un niño.
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