"..Y en vez de llorar yo canto A la vida y al amor"
Esta vez la máxima de la canción del maestro Alonso Fernández Oñate no se cumplió a la perfección: Valledupar lloró cantando.

La noticia sobre la travesía del cortejo fúnebre que partió en horas de la mañana desde Cartagena, se regó como el bostezo de pueblo en pueblo; por eso en cada paso obligado de la caravana se izaban las banderas del tricolor colombiano para recordarnos que Kaleth era orgullo de este país. Que no existieron fronteras entre los departamentos de Bolívar, Cesar y Magdalena, porque en cada pueblo de la región que fuera todos lloraban y cantaban al paso del cortejo un solo himno: "Te veo y me siento, como aquel que está muriendo de la dicha".

Dos sentimientos se conjugaron en el alma de Valledupar cuando miles de personas se apostaron en un trayecto de más de 12 kilómetros para tributarle el más triste recibimiento al hijo querido que había fallecido en un accidente. Kaleth Morales volvió a ser ídolo en su tierra, pero esta vez no pudo ver la gloria que tenía y que se había ganado con su talento.

Viernes 26 de agosto

El Adiós
Era una forma de demostrar que el dolor también se canta, que no había distingo de credo, raza o libertades y que todos estaban allí por una sola causa. Todos miraban la tarima Francisco el hombre, pero nadie estaba pendiente - como usualmente ocurre en ese escenario - de los pitos o los bajos; todos estaban a la expectativa de la canción pero no era inédita; no había verseadores, ni versos, ni vencidos, pero se esperaba masivamente una respuesta.

Un hombre de hierro rompió el hielo cuando en medio de lagrimas paralizó el pueblo y sabiamente expresó al lado de su hijo muerto que había sido un médico que llegó a aliviar los dolores del el alma. Era la plaza de Valledupar, el templo sagrado del vallenato en el mundo, el que acogió en igual doloroso momento a Consuelo Araujo, Hernando Marín, y Colacho Mendoza. Una mezcla de sentimientos e impotencia, una forma unánime de decir a alguien que se quiere adiós.

Se fue Kaleth y con el una de las paginas mas gloriosas del vallenato joven, distinto, el del ritmo circunstancial que paradójicamente conquistó primero el centro del país y se regó desde Bogotá hacia la provincia, contrario al orden lógico de los vallenatos de antaño, se metió en el corazón de Colombia donde vivirá perenne como las nieves perpetuas de la nevada y cantara cada madrugada en susurro emulando las aguas del río Guatapurí que una vez le acariciaron de niño y hoy le acompañan en coro celestial a un lado de su tumba en jardines del Hecce Homo, donde cada inspiración que evoque su nombre recordara por demás la grandeza de Kaleth Morales Troya.

 

 




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